jueves, 24 de julio de 2008

Huellas Escénicas


Por una crítica política
Comencemos con una afirmación: la crítica en tanto institución no está al margen de “lo social” y mucho menos, o por ello mismo, de “lo político”. No tan solo tiene como funciones algo que excede ampliamente la cuestión estética-calificativa, sino que se vuelve, se convierte, en legitimadora o cuestionadora de infinidad de cuestiones concernientes a los valores, a las ideas en circulación, a los presupuestos. Esto significa que la crítica es política. O más específicamente: no puede dejar de serlo. Por supuesto que la cultura actual, la post-menemista, es una cultura que continúa ejerciendo la tan soñada pauperización y banalización de la cultura. El efecto de puro show, del mega recital con fines netamente populista (en el mal sentido del término) entre otros, son rasgos que marcaron nuestras políticas públicas en lo cultural y artístico. En lo que hace a la crítica en sí se agudizó una confusión que merece ser destacada. El periodismo cultural, el crítico cultural (sea cual sea su especialización) difiere ampliamente del “periodismo de espectáculos”. Este último tiene como función el entretenimiento a partir de la práctica voayeurista. Aquel en cambio tiene como función principal el producir una circulación de los bienes culturales legitimados por diversas instituciones y cuando debe producir un “acto crítico” su función se amplía a lo analítico.
Fragmento del artículo publicado en Huellas Escénicas, Osvaldo Pellettieri (ed.). Galerna y Fundación Roberto Arlt
ISBN 978-950-556-520-7